3 de noviembre de 2014

Sobre estudiar Artes Plásticas y otras pasiones.

Alerta: éste no es un post inspiracional

Este semestre para mí ha sido tan deprimente que me es una sorpresa encontrarme todavía bastante optimista. La verdad es que estudiar Artes se me hace cada vez más tedioso, llevándome a una amplia y profunda espiral de desinterés. Nunca me planteé estudiar Artes en serio; dibujar me gustaba, y me gusta, pero nunca me vi (y mucho menos ahora) mostrando mi trabajo en galerías y siendo, en el más amplio sentido de la palabra, una artista.

A los diecisiete años, cuando salí de bachillerato, no sabía qué quería hacer con mi vida (como todo adolescente normal); pensé que quería estudiar psicología, pero en Cabimas no hay esa carrera (bueno, ¿y qué carreras hay en Cabimas, después de todo?) y en Maracaibo sólo la hay paga en la URU. Así que mis padres y yo llegamos a la conclusión de que la estudiaría en la YACAMBU, en Barquisimeto. Eso hasta que nos enteramos de que en la UCLA también la daban. Como yo siempre he tenido esta debilidad hacia el dibujo, mi tío me ofreció un cupo en la UCLA para estudiar Artes Plástica, ya que es muy amigo del director, así que al final había decidido usar esa "palanca" para estudiar psicología.

Mientras tanto, y como ya había decidido qué iba a hacer, metí Artes Plásticas por OPSU para LUZ, y cuando presenté la prueba LUZ también la coloqué, más que todo porque no tenía nada más que poner. Estaba segura de que no quedaría, así que fue una gran sorpresa cuando revisé y vi que tenía el cupo.

En marzo del 2012 comienzo a estudiar Artes Plásticas en LUZ Maracaibo. Cabe destacar que estaba muerta de miedo porque hasta ese momento me había considerado un pez grande en un estanque muy, muy pequeño, y si iba a estudiar Artes seguramente me iba a encontrar con LOS monstruos en el dibujo y la pintura. Tenía la moral por el suelo pensando que toda esa gente seguramente había visto clases de arte antes de entrar, mientras yo había sido vulgarmente autodidacta, hasta el momento. Al ver mi primera clase de dibujo todo eso cambió: mucho eran terribles. La mayoría entró sin querer, e iban a usar la carrera de trampolín para cambiarse, y otros... bueno, otros entraron porque creyeron que sería fácil. Pero estudiar Artes no es fácil, y es por eso que de los sesenta que entraron, a sol de hoy, cuando mucho quedamos quince.

Al principio comencé muy inspirada y contenta porque estaba aprendiendo de la mano de verdaderos artistas, de personas que han conocido el mundo gracias a su arte y que saben cómo se bate el melao. He mejorado mucho gracias a ellos, y a pesar de eso, semestre tras semestre, siempre había gente de allí que se impresionaba por lo que yo podía hacer; gente que se sorprendía porque no podían creer que en el primer semestre yo hiciera ciertos dibujos, dibujos que ahora veo y no son más que basura, y me cuestiono qué clase de expectativas tenía esa gente; he visto personas graduarse que ni siquiera te saben sostener bien un lápiz, por no decir que sus dibujos son paupérrimos. Y digo dibujos porque la mayoría se va por dibujo; la gente que está en menciones como cerámica o escultura, por lo general, son buenas (y tienen que serlo, porque no son las menciones mainstream).

El caso es que al pasar el segundo semestre mi ánimo fue en decadencia: había personas que me recomendaban hacerlo todo en base de la innovación, incluso si innovar era tomar un bolso, arrugarlo, pegarlo en un pedazo de madera, pintarlo de blanco y llamar a eso "arte" (no miento, vi eso y cosas mucho peores). No es que yo crea que lo figurativo es lo único digno de llamarse arte, pero debemos saber en qué momento el arte deja de ser arte para pasar a ser nada más y nada menos que una burla. Era evidente, al menos a mis ojos, que lo que ellos buscaban no era lo que yo tenía, por más "talentosa" que sea, y por más que estén dispuestos a adorar mi trabajo. Me bajó mucho el autoestima sentir que no pertenecía propiamente a eso, aún cuando siempre lo había sabido, y aún cuando, en mi tiempo libre, en vez de dibujar lo invertía en escribir mis infames fanfictions.

Poco a poco dejé de dibujar algo que no fuera para entregarlo a mis clases, y cualquier idea que se me viniera a la mente era descartada del mismo modo, porque no era innovador, y lo que no era innovador seguramente era mierda. Me costaba mucho encontrar la "inspiración", y con el pasar de los meses llegué a la conclusión de que no podía tener una idea innovadora porque estaba vacía y no tenía absolutamente nada que decir. Estaba perdida, se me había olvidado que el arte es, principalmente, todas las cosas que a ti te gusten hacer, todas las cosas que tú quieras decir sin importar si es innovador o no.

Casi sin fijarme, y muy gradualmente, me fui dando cuenta de que mis ideas dejaron de llegar a mí en forma de imágenes; pensaba en palabras, en letras, en sílabas y en signos de puntuación (no sé qué hacer con mi vida coma estoy cayendo en un abismo de audodestrucción mental sin oportunidad de salir punto y aparte). Me refugié en el retrato, en el copiar lo que ven mis ojos, y muy rápidamente, con las herramientas correctas, se me hizo papaya recordar los rasgos faciales de mis cantantes favoritos. Ya podía hacer retratos sin pasar pena, sin estresarme y sin querer arrugarlos y botarlos sin darles una segunda oportunidad (como ese infame retrato de Frank Iero que hice en el 2011, que nunca vio la luz del día y que se sumergió en las penumbras de la papelera de mi baño).

Mientras tanto, seguía escribiendo. Hacer retratos era terapéutico porque no requería gran trabajo mental: mirar, copiar y plasmar. No me preocupaba por un discurso ni dar un mensaje; nada más que una cara bonita en el papel. Y mientras dibujaba y miraba y copiaba y plasmaba, mi mente era libre, y podía pensar en Frank, en Gerard, y en todas las historias que escribí y que estaba escribiendo en ese momento. Podía estar dibujando la cara de una foto que mi profesor me hubiese dejado, pero en mi mente lo único que pensaba era en cómo joderles la vida en mi fanfiction para hacerlo todo más dramático y doloroso (fan #1 del drama).

Y entonces pasó: impactó en mi cabeza como un balde de agua fría que te cae encima, con todo y balde, y te deja inconsciente en el piso con una contusión y con un sangrado de letras e imágenes. Lo sabía, sabía que quería ser una escritora. Y de eso no hace mucho (si acaso un año), y fue cuando decidí que tenía que alejarme del fanfiction. Y no fue muy difícil, dado las decepciones que estaba teniendo en esos momentos.

De repente, cuando dejó de interesarme el arte (aún más) y decidí concentrarme en lo que quería escribir, en lo que sabía que tenía un discurso, todo lo malo que sentía y decía de mí misma se detuvo. Me vi pensando "bueno, ¿y qué?" y seguí con mi carrera, pero con un renovado sentido de indiferencia y desinterés. Ya no me estresaba por no dibujar nada, porque al final sabía que no había nacido para ser artista. Indiferentemente de los fanfictions, a mí siempre me había gustado leer y escribir, desde pequeña tuve esa necesidad que no fue muy bien alimentada (los adultos no suelen esperar que los niños quieran leer), y al final, cuando descubrí el fanfiction, encontré ese escape, esa gloria que no había conocido propiamente hasta que desarrollé mi primera trama, la más terrible de todas, y pude terminarla propiamente, con epílogo y todo.

Ahora mi estrés era diferente: "¿llegaré algún día a escribir algo lo suficientemente bueno como para ser publicado?". Entonces, después de leer la saga de Los feos, llegué a la conclusión de que si una editorial se había animado a publicar ESO, a gastar papel en ESO, y a poner dinero y tiempo y esfuerzo en ESO, entonces tal vez para mí no sea tan difícil publicar algo (en cuanto lo tenga).

Me sentía muy optimista, y cuando mi tío me preguntó qué pensaba hacer con mi vida y mi carrera, y, con toda la sinceridad del mundo, y por primera vez externando a mi familia y amigos lo que realmente quería hacer, y venía haciendo desde los últimos años, le dije: quiero ser escritora. Él me miró un poco extrañado, y me preguntó qué me gustaba escribir, y le contesté que novelas. Así que me miró y me dijo: "yo estoy dispuesto a patrocinar los sueños de todos mis sobrinos con una sola condición, y es que se hagan millonarios y que, cuando yo esté viejito y chocho me mantengan. ¿Trato hecho?" y extendió su mano. Ahí, en la noche, en medio de un restaurante de sushi, hicimos ese trato. La psicología había quedado atrás.

Sigo estudiando Artes, y sigo escribiendo. Escribo a mano, en word, en bloc de notas, y actualmente tengo un desAStrE de intento de novela que me tiene loca porque no sé ni siquiera cómo organizarla. No tengo ni el diez por ciento de mis incoherencias ordenadas, y aún así más y más ideas sobre lo que quiero hacer con esos personajes llegan a mí, y no puedo ignorarlas, y las sigo anotando, y el desastre se sigue ensanchando. Esperemos algún día pueda sacar algo decente de ese masacote.

Mientras tanto sigo en el quinto semestre de Artes Plásticas, viendo una clase de dibujo que me hace más miserable que nunca porque finalmente, y en base del desinterés, comencé a desarrollar mi propio lenguaje, y lo quiero hacer cómo, cuándo y sobre lo que a mí me la gana. Lamentablemente, sigo siendo estudiante. Estoy acorralada artísticamente, y es por eso que me siento increíble y miserablemente optimista. Decidí no darme más mala vida, hacer lo que de verdad quiero hacer, y si los profesores tienen la decencia de pasarme, por lo menos, con un diez, pues yo seré la última en arrecharse: las opiniones sobre mi arte, sobre si es innovador o no, me tienen sin cuidado, y todo al que no le guste puede, sencillamente, decidir no mirarlo.

No me importa nada, y ciertamente, no creo en nadie.

XO~

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