10 de noviembre de 2014

Sobre la depresión y otras condiciones letales.


Desde hacía mucho tiempo había querido escribir algo acerca de este tema, pero sin darme cuenta siempre lo pospuse. Así que ahora, en este momento, con Early Sunsets Over Monroeville sirviéndome de Soundtrack, decidí que era el momento adecuado para tocar un tópico tan sensible.

Hace uno o dos días llegó a mi Timeline de Facebook la noticia de que una chica, fanática de MCR, se había suicidado. No sé si es verdad, pero lo que leí decía que la chica era administradora de una página sobre MCR en FB y que tenía quince años. Debo admitir que esto me heló la sangre porque ¿cuántas niñas así no tengo yo en mis redes sociales? ¿Con cuántas chicas así no tengo yo contacto a diario en Twitter? ¿Cuántos tweets no veo donde expresan terribles sentimientos y ganas de autodestruirse? Es terrorífico cuando el username pasa de ser una persona a ser un difunto.

El tema llegó a mi mente cuando me sorprendí a mí misma, meses atrás, rodando los ojos ante los tweets "suicidas" de unas cuantas chicas de mi TL. Me decía a mí mismas "pero estas tipas se pasan ridículas, no saben nada", y en parte es cierto: no saben nada. No lo digo de manera despectiva, lo digo en serio. Me refiero a que todavía son muy niñas, son muy jóvenes y están siendo asfixiadas por las hormonas. Las ahorcan, las ahogan, les restringen el aire y lo reemplazan con lágrimas. No saben nada porque creen que el fin del mundo está cerca con cada decepción. No saben nada porque creen que lo saben todo, que el mundo está podrido, que no hay esperanza, que sólo existe la desolación y que nadie es capaz de entenderlas.

Tengo veinte años, y me sorprendí de lo rápido que se me olvidó lo que se siente ser una adolescente, aunque nunca quise dejar de serlo.

La última vez que tuve ganas de morirme fue a los dieciocho. Era mi primera semana en la universidad y, como vivo lejos, hay rutas foráneas que salen a las cinco de la mañana para llevarte a la universidad, y que salen de la universidad a las seis de la tarde y te dejan en diferentes paradas para tomar transporte público hasta tu casa. Estas rutas son gratuitas, y como yo no vivo precisamente en Cabimas, sino un poco más lejos (entre Cabimas y Ciudad Ojeda), alguien me aconsejó que tomara la ruta de Ojeda, que pasa (a veces) frente a mi urbanización, y que le dijera al conductor que me hiciera el favor de dejarme allí. Y lo hice. Una lástima que el conductor que estaba de turno esa vez era una plasta de mierda y no quiso detenerse. Me dejó botada en Ojeda, casi a las ocho de la noche, en una bomba de gasolina que era una de las paradas, donde otra chica y yo nos bajamos. No sé si están conscientes de la situación en Venezuela, pero quedarse a esa hora en un sitio así es suicidio.

La chica me mira y me dice que se bajó solamente porque yo me bajé, porque normalmente ella se baja más adelante, pero que vive más cerca de allí y que su mamá la va a buscar. Yo de Ojeda no conocía nada (todavía ni siquiera conozco a fondo Cabimas), y la chica cuando su mamá la vino a buscar no me quiso dejar allí sola, así que me dijo que querían llevarme a un sitio cercano al que mi mamá pudiera irme a buscar. Mientras estaba en el bus, cuando ese plasta de mierda no me quiso dejar, yo le había enviado un mensaje diciéndole que me bajaría en la primera parada que pudiera, que me fuera a buscar. Al final la chica y su mamá me dejaron en un sitio llamado Los Fiscales, que está muy cerca de mi urbanización, y ahí mi mamá estaba con una amiga en su carro esperándome. Estaba llorando porque cuando le dije que me darían la cola pensó las peores cosas (ej: que me habían secuestrado y me obligaban a decirle eso. No es paranoia, las cosas aquí son así).

Esa noche, a las nueve, me desvestí y me acosté en mi casa, y en medio de la oscuridad y el silencio me quedé mirando el techo. Entonces comencé a llorar. Estaba cansada, agotada, y al día siguiente tendría que madrugar otra vez para ir a clases. Quería, literalmente, morirme; acabar con ese sentimiento terrible de fatalidad. Pensaba que nada valía tanto la pena como para pasar por una experiencia tan horrible y traumática porque, aunque en ningún momento se lo demostré a nadie, estaba muerta de pánico, y no sabía si podría pasar por algo así de nuevo. Tenía tanta rabia e impotencia contenida, y la única manera de desahogarme era llorar y pensar en lo mucho que no quería seguir viviendo, en lo afortunada que sería si un rayo caía del cielo directo a mi cama y me partía en dos. Lo esperé con ansias, pero me quedé dormida y a las cuatro sonó la alarma.

Desde los quince hasta los dieciocho cualquier evento, por más mínimo que fuese, tenía la capacidad y la fuerza como para derrumbarme en el suelo y hacerme doler absolutamente todo. A los dieciséis pasé por la peor depresión de mi vida, creo que nunca seré capaz de experimentar un dolor y una desesperación tal, porque todavía, mientras escribo esto, de sólo recordarlo siento mis ojos humedecerse más de lo normal. ¿Qué me pasó a los dieciséis como para que tuviese una visión tan trágica y pesimista del mundo? Nada. Lo pienso y lo único que recuerdo es la presión y la desesperación al no saber qué hacer con mi vida; el constante miedo de no ser suficiente, de quedarme atrás, la presión de mi familia sobre mi peso, de que el mundo y Venezuela, poco a poco, me comían viva, y la terrible sensación de que la única solución estaba en morir.

Nunca intenté suicidarme, pero lo pensé más veces de las que me gustaría admitir. Lo pensé y lo sopesé, pero hubo algo que siempre me detuvo, y es que no había nada que quitara las caras de mis padres de mi mente cuando esas cosas rondaban mi cabeza. Volvería a morir de sólo pensar en la culpa y el dolor que les causaría; no quería que creyeran que era por ellos, que habían sido malos padres, pero no hay manera de evitar que esas cosas pasen cuando los padres pierden a sus hijos de esa manera tan horrorosa. Así que nunca lo hice, y siempre me refugié en ellos, en la música, en los libros y en los fanfictions.

Recuerdo que me deprimía mucho cuando terminaba mis fanfictions y acababa teniendo nada sobre qué escribir. Me deprimía porque nada más consumía mis pensamientos, y sólo catástrofes sobre mí misma y el futuro me venían a la mente. Recuerdo habérselo confesado a alguien por messenger una vez, luego de acabar mi tercer fanfic, y fue ahí cuando, en medio de la desesperación por ocupar mi mente con algo más, en medio del miedo y el pánico y las ganas de sacar esas cosas terribles de mi menté, nació BROKEN. Fue mi filtro, mi escape, la manera de desquitarme sin desquitarme realmente.

Hubo tantas cosas que me hicieron llorar en esos años, y no fue hasta los diecinueve que alcancé cierto tipo de estabilidad emocional y mental. Ahora entiendo tanto, y he aprendido a quitarle importancia a las cosas que no la tienen. La cuestión es que lo que te deprime lo hace porque se lo permites.

Recuerdo esta chica en mi Twitter que colocó algo como que la gente es "forra" porque se metía con su peso. Bueno, mis amores, lamento decirles que la gente siempre va a ser forra, que el mundo está lleno de idiotas, y la clave es convivir sin darles la más mínima atención. La vida es tan fácil como bajar de peso si te molesta que se metan contigo, o dejar de escucharlos si no te animas a hacer ejercicio y comer de manera sana. No ganas nada con sentarte a quejarte y sentir lástima de ti misma porque los demás se meten contigo porque estás gorda. Ataca al problema, cualquiera que éste sea; si no te gusta ser gorda entonces rebaja, y si no quieres rebajar entonces no los escuches. La cuestión es no achantarse y no dejar que el mundo te coma viva.

En la vida siempre hay más de dos opciones, y el suicidio nunca es una de ellas.

Es tan indigno suicidarse tan joven (¡quince años!), y aún más si eres fanática de una banda como My Chemical Romance. No me burlo de la memoria de esta chica, es una verdadera lástima, pero lo único que puedo pensar es que ella nunca escuchó el mensaje. Hay un millón de razones por las que puedo detestar a Gerard Way, pero hay dos cosas que le agradezco: su música y su ejemplo. Si repasamos sólo por encimita su vida, si resumimos, vemos que la felicidad está realmente en nuestras manos. Esa persona que tanto admiras también se deprime, también quiso morir, es posible que aún se sienta así a veces, pero ahí está; encontró la manera de convertir todo el mal en algo positivo. Para bien o para mal, feliz o infeliz, ahí está, y sigue echando pa'lante. ¿Por qué tú no puedes?

No importa cuantas veces yo les diga que las cosas mejoran, que esa horrible sensación eventualmente acaban, hasta que, casi sin notarlo, empiezan a sentirse bien, sin ese peso tan horrible sobre los hombros. No importa cuántas veces se los asegure, porque no van a creerme, y porque ese dolor y esa tragedia tienen que padecerla, tienen que sufrirla y disfrutarla, porque es suya, y porque todos pasamos por eso. Es fácil sentirse incomprendido, lo difícil es darse cuenta que el resto del mundo también se siente así.

No me gustaría enterarme un día que alguna de esas chicas que veo a diario en mi Timeline decidió acabar con su vida porque "era demasiado". La mejor manera de sentirse mejor es hablando de ello, escribiendo sobre ello, pintando sobre ello; buscar un refugio, un escape, una manera satisfactoria y positiva de calmar esos sentimientos. No vale la pena cortarse, matarse de hambre ni atentar contra ustedes mismas; no por dolor, mucho menos por moda. Cuando ese momento de serenidad y paz llegue a ustedes un cuerpo en mal estado no les va a servir, así que cuídenlo lo mejor que puedan. Se los aseguro, ese momento llega, y si para cuando tengan mi edad ese momento no ha llegado, pues les dio permiso de buscarme y darme una cachetada con todas sus fuerzas. Es una garantía, se los prometo.

Y si no tienes con quien hablar, háblame a mí, y si no tienes quien te diga que sí eres suficiente, pues acá estoy yo: eres suficiente. No voy a decirte que eres una estrella o que el mundo se va a detener si decides morirte, porque no es así. El mundo seguirá girando, la gente seguirá viviendo, y la única perdedora en esta historia serás tú, porque la muerte no tiene vuelta atrás.

Hay tantas cosas que quisiera decir, que quisiera hacerles saber, pero al final creo que son cosas que cada quien aprende por su cuenta, y que no importa cuánto las diga, al final la experiencia habla por sí sola.

XO~

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