1 de abril de 2015

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01/04/15

Cuando me mudé a Cabimas me cuidé tanto de no quedarme que básicamente he pasado los años viviendo sin estar aquí. Mi círculo de amigos es limitado, mis "intereses amorosos" han sido de todas partes menos de aquí, y por pura necesidad sé cómo ir a la universidad y regresarme sola, como una muchacha buena. En Barquisimeto, sin embargo...

La semana de mi cumpleaños veintiuno me conseguí con una chica con la que solía pasármela en el liceo. Tenía años sin verla. Shoking, vivimos en la misma urbanización, a cuatro calles de distancia. En fin, yo soy el punto anónimo del culo del monte de la Cenicienta del país. Esa soy yo, incursionando en la poesía. Como sea, a lo que iba: esa misma noche ella y otra amiga mía me sacaron de mi casa, de la comodidad de mi cama y mi lectura, a las once de la noche. Fui con ellas, a unas doce casas de distancia, nos sentamos y hablamos paja hasta las dos de la mañana. Y entonces descubrí algo que ya sabía: nuestros mundos son muy distintos. No para mal, pero siguen siendo distintos.

Ellas piensan como Cabimas, y yo, bueno, yo pienso que no estoy aquí.


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