16 de noviembre de 2018

#098: Querido Van Gogh.

2013 - 2018

Querido Van Gogh,

No voy a mentir, el primer día que te tuve conmigo pensé "quién me mandó de SALÍA a estar adoptando un gato" por la pena que me hiciste pasar. Tenías un mes, te entregaron a mí en una cajita de zapatos con leche y comidita porque estabas muy chiquito aún, y antes de ti yo no había tenido gatos, así que ni siquiera sabía dónde conseguir gatarina. Fue en Maracaibo, después de salir de clases, y en el carrito por puesto, camino a casa, no sabía cómo calmarte; te le subías por la camisa al muchacho que estaba junto a mí y maullaste creo que casi todo el trayecto. La única manera de mantenerte tranquilo era sobarte la orejita, y ni siquiera así, porque cuando el conducto apagó el aire acondicionado entraste casi en histeria, maullando a lo loco, y yo con esa vergüenza que no me cabía en el cuerpo.

"Vamos a prender el aire otra vez, al gatico como que no le gusta el calor" me dijo el señor riéndose, y yo me reí también, agradecida de que no fuese un viejo amargado. Así que lo encendió y santo remedio.

Mami no quería gatos en la casa. Yo le había dicho como dos semanas antes que me iban a dar un gatico y, aunque no me dijo que no, me lanzaba indirectas de que ella no quería gatos en la casa. Pero yo sí, siempre había querido un gato, estaba empezando a vender retratos así que podía costearme los gastos y hacerme responsable de cuidarte, era el momento perfecto.

Yo creo que ella también se enamoró de ti ese mismo día, eras tan chiquito y tierno, asustado, mirabas toda la casa con asombro y caminabas despacito, conociendo. Ustedes dos también tuvieron su propia conexión especial, se adoraban entre sí, me consta.

Esa misma noche estaba yo acostada en mi cama, viendo televisión y jugando contigo, cuando subiste a mi regazo, caminaste hasta mi pecho y sentí un zumbido. Me asusté, no sabía qué era, pero resultó ser que ronroneabas, aunque eras tan chiquito que no se podía escuchar, sólo se podía sentir si te ponía la mano en el pecho.

Eras mi adoración, creo que todos lo sabían. Te convertiste en la adoración de la casa también, todas te amábamos y te consentíamos, y tú lo sabías, eras una mierdita manipuladora y tierna. Creo que nunca te vi como una mascota en sí, siempre fuiste mucho más que eso, eras parte de la familia, te sentía como mi animal espiritual, para ponerlo en el modo más Tumblr posible.

Estoy muy triste, y te extraño mucho ya, pero sé que te dimos toda la felicidad y el amor que pudimos los años que estuviste con nosotras. Me hubiese gustado tenerte por mil años, pero me quedaste debiendo novecientos noventa y cinco, y sé que aún así no hubiese sido suficiente.

No busco culpables, tampoco tengo arrepentimientos, sé que si tu partida fue por maldad de alguien más ya la vida y el karma se encargarán de ese ser, mientras tanto yo sólo quiero recordar todo lo bonito que compartimos contigo, todo el amor y los momentos de alegría que nos diste también. Eras el mejor gato, el más dulce, el más tierno, y también el más malandro (porque muchos dolores de cabeza nos diste también).

Va a ser difícil no verte en cada rincón de la casa, no verte acostado en las camas, en el lavamanos, en la sala o hasta arriba de la nevera, como aquella vez que me diste el susto de mi vida a media madrugada. Será difícil no escucharte ronronear al otro extremo del cuarto demandando cariño, y luchar contra el instinto de esconder el pan dulce para que no acabes con él (aunque al final siempre te daba tu pedazo blandito). Va a ser raro no guardarte un poquito de todo lo que coma, y más raro aún no escucharte maullar en mi ventana a las tres de la mañana para que te deje entrar.

Fue doloroso verte partir y saber que ya no estabas con nosotros cuando tu orejita dejó de moverse cuando te llamaba, o cuando tu patita dejó de reaccionar al tocarla, pero me consta que tuviste una buena vida, la mejor que te pudimos dar.

Te escribo esta carta para tratar de hacer catarsis ante tu partida, sólo espero que sepas que siempre, siempre te vamos a amar.

Me despido con todo el amor del mundo,
Roselin.

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